Seguimos construyendo nosotros mismos……
A la mayoría de las personas,
(incluyéndome a mí) confiamos muy poco en nosotros mismos.
Por eso; no soy la persona
indicada para hablar sobre ello.
Estado buscando información
sobre la confianza, y esto es lo mejor que he buscado.
La clave está en la confianza
Todo es cuestión de confianza. Sin ella no podemos
convivir. Toda nuestra existencia gira en torno a la confianza/desconfianza en
los otros, y también en nosotros mismos. Al subir a un avión ponemos nuestra
vida en manos del piloto. Si cogemos un taxi confiamos en que nos lleve a
nuestro destino, por el camino más corto, y que nos cobre lo justo. Cuando nos
sentamos a la mesa de un restaurante pensamos, en primer lugar, que los
alimentos estarán en buenas condiciones. Al abrir la puerta de nuestra casa suponemos
que el invitado se comportará con corrección.
La solidez de la pareja, de la relación comercial, del
grupo de amigos, del equipo de trabajo, de la asociación, del partido político,
de las organizaciones y del conjunto de la sociedad se basa, en gran medida, en
la confianza que existe entre sus miembros. En el éxito de un grupo juega un
papel fundamental la fuerza de la unión de sus componentes, y esta unión es,
sobre todo, producto de la confianza.
La confianza es una poderosa energía. Se apoya en la firme
esperanza y proporciona seguridad, optimismo, bienestar, alegría. La confianza
nos hace más fuertes, más libres y también mejores. Por el contrario, el recelo
lleva al temor, al malestar, a la insatisfacción. La duda, la inquietud, nos
reprime, no nos deja actuar, dificulta que tomemos iniciativas, nos paraliza,
sufrimos.
Para sobrevivir, el ser humano tuvo que aprender a
confiar en el otro. Cuando el homínido dejó el árbol y se adentró en un medio
desconocido y lleno de peligros encontró en la asociación con otros miembros de
su especie la forma de no perecer. El vínculo social explica nuestro
desarrollo, y esa unión se fundamenta en la mutua confianza.
El indefenso recién nacido enseguida experimenta que
necesita de los otros, de los adultos. De ellos espera todo. Si le dan calor,
si le cubren sus necesidades básicas y afectivas, y si le enseñan apoyándolo,
el niño crecerá con confianza en sí mismo y en los demás. Por el contrario, los
niños que son reprimidos y castigados de forma arbitraria, aquellos que no
sienten el afecto, suelen convertirse en adultos inseguros y recelosos (esta
evolución también se observa en muchas especies animales: el perro que ha sido
maltratado se comporta de forma huidiza y enseguida enseña los dientes). Si a
una persona se le repiten mensajes como: «no sirves», «lo has hecho mal», «eres
torpe», «eres malo», «eres un pecador» se acabará con su autoestima y verá a
los demás como fuente de insatisfacción. Claro que tampoco es bueno el extremo
opuesto: no es bueno decir que todo es de color de rosa, ya que todos nos
equivocamos y el mundo también es duro y existe el dolor, la maldad y la
injusticia.
La personalidad equilibrada, el individuo seguro de sí mismo y
básicamente adaptado al entorno, se forma cuando es socializado mostrando que
la realidad es compleja, que es fuente de satisfacciones y de sufrimientos, y
que los seres humanos podemos ser capaces de comportamientos solidarios y
egoístas, del bien y del mal.
Cuando el niño intenta sus primeros pasos escuchará de
su padre y de su madre palabras de ánimo, de seguridad; expresiones que le
transmiten confianza: «no tengas miedo, aquí estoy yo", "adelante,
vas bien», «así se hace, estupendo», «no te preocupes, confía en mí».
Y,
entonces, estimulado y con una sonrisa, comenzará a caminar y verá que al
final, en el extremo, se encuentran los brazos abiertos y protectores de sus
padres. Poco a poco, paso a paso, pedalada tras pedalada, confiando en los
otros y comprobando que la fe que se deposita no es defraudada, nos vamos convirtiendo
en individuos que podemos relacionarnos, en adultos que sabemos vivir en
comunidad.
Consideramos amigos a aquellos en quienes podemos
confiar; sabemos que ellos están para las maduras y para las verdes. Otra cosa
son los conocidos o los compañeros; con esos nos reímos y celebramos cuando la
situación es favorable para todos, pero cuando hay dificultades es fácil que
cada uno vaya a lo suyo: el egoísmo suele asomar la cabeza.
Si se trata de una relación amorosa, el acuerdo
sentimental implica la mutua entrega. El enamorado dice: «todo lo tuyo es mío»,
«somos uno», «te entrego mi corazón». Por eso, la infidelidad, el engaño, duele
tanto, porque se ha faltado en lo más profundo. Y volver a reestablecer el
vínculo de la confianza es difícil: se ha roto algo que se suele considerar
fundamental (al reconocer la fragilidad de los sentimientos y para prevenir
males mayores, algunos toman la precaución de establecer la separación de
bienes; de esta forma, si el hogar se hunde, al menos cada miembro de la pareja
puede salvar sus muebles).
Las relaciones comerciales se basan en una confianza
no defraudada. El buen comerciante lo sabe: un cliente descontento es un
cliente perdido y además difundirá su malestar. A medio y largo plazo el engaño
no es un buen negocio. La buena imagen de un establecimiento se logra
cumpliendo lo prometido, respondiendo a las expectativas, no defraudando. La
fidelidad del cliente se logra cuando se satisfacen sus necesidades. Si se
mantiene la confianza de los clientes el negocio está asegurado. Para convencer
a los consumidores de que merecen esa consideración, los supermercados LUPA se
anuncian como: 'Tus vecinos de confianza', y la conocida marca de quesitos en
porciones proclamaba 'De El Caserío me fío'.
En la tradicional tienda de ultramarinos se fiaba al
vecino (es decir, se ayudaba al miembro de la comunidad) porque se sabía que en
cuanto pudiese saldaría su deuda. La palabra era sagrada, era el mayor
compromiso; el prestigio social del individuo estaba comprometido. En la actualidad
a nadie se le ocurre decir a la cajera del gran centro comercial: «Mañana se lo
pago, por favor, apúntelo». Se sabe que la única opción que el sistema admite
es el préstamo y este no se basa en la confianza, sino que se apoya en un aval
(en una nómina, en unas propiedades o en el respaldo del capital). Además, la
entidad financiera siempre cobra unos intereses; nada se fía, el préstamo
cuesta.
Cuando una población no confía en sus instituciones y
en sus políticos la Democracia se tambalea. El sistema democrático está en
crisis cuando los ciudadanos piensan que la justicia no es igual para todos (no
es justa), cuando consideran que no todas las personas tienen igualdad de
oportunidades y, además, cuando perciben que los dirigentes se preocupan de sus
intereses particulares y de partido y no de procurar el bienestar general. Aquí
es oportuno recordar la definición de Democracia que se ha atribuido a W.
Churchill: «Es ese tipo de sociedad en la que si alguien llama a tu puerta a
las 5 de la madrugada, sólo puede ser el lechero»; es decir, en la sociedad
democrática el individuo puede sentirse seguro, confiar y dormir tranquilo.
La desconfianza en el pueblo vecino provoca que los
países se armen, y cuando lo hace uno ya se sabe que el movimiento es siempre
en espiral: cuanto más se arma un ejército más se arma el contrario, y junto a
la carrera por acumular más armas que el otro, se incrementa el miedo y el
odio, y el peligro. La historia así lo atestigua.
Nuestra biografía nos condiciona. Las experiencias
anteriores hacen que estemos confiados o que, por el contrario, seamos
recelosos. Cuando iniciamos una relación interpersonal no partimos de cero, el
pasado nos influye. El que ha sido engañado anteriormente se acercará al otro
con temor, quien ha vivido la honestidad establecerá relaciones más generosas.
También es posible que el defraudado reaccione siendo especialmente cuidadoso y
exigiendo, a los demás y a sí mismo, un comportamiento impecable. En cualquier
caso, la secuencia del encuentro con el otro es siempre la misma: al inicio
nuestras defensas están puestas, hablamos de lo intrascendente, de lo admitido
por todos; tomamos precauciones y apenas mostramos cómo somos, cuáles son
nuestros problemas y qué sentimos; nos movemos en un plano superficial. En un segundo
momento, si nuestras expectativas se van cumpliendo, empezamos a bajar nuestras
barreras y mostramos más de nosotros, damos paso a comunicar nuestra intimidad.
La confianza se gana y se pierde; mejor dicho, se gana poco a poco y se pierde
con rapidez, y cuando se ha roto es difícil de reestablecer.
La confianza implica reciprocidad. Vamos depositando
nuestra confianza en el otro al comprobar que no somos defraudados y, al mismo
tiempo, porque experimentamos que también somos objeto de confianza. Esperamos,
porque estamos convencidos de que vamos a recibir. Damos, porque a nosotros nos
han dado. El egoísta, el que sólo pide, el que recibe y nunca da, acaba con la
relación. Cuando se establece una relación de mutua confianza se está firmando
un pacto y quien lo incumple hace fraude; la estafa es especialmente grave
cuando uno se aprovecha de que el otro confía.
La confianza hay que saber administrarla, y es
complicado. En primer lugar, tenemos que ganarnos la confianza de los otros y,
en segundo término, no podemos pretender que todo el mundo se fíe de nosotros.
También sabemos que, desgraciadamente, no podemos confiar en todo el mundo, que
esa actitud no es prudente, que la dura realidad nos dice que hay que tomar
precauciones. Además, si nos 'abrimos', si depositamos nuestra esperanza en el
otro, de alguna forma le convertimos en deudor nuestro, esperamos de él su
comprensión y a veces una respuesta equivalente, pero puede ocurrir que la otra
persona no quiera establecer una relación tan estrecha. No debemos pasarnos ni
quedarnos cortos. Las relaciones humanas son complejas.
La falta de lealtad y el individualismo egoísta
deterioran las relaciones humanas, y entonces se instala la desconfianza y la
vida en sociedad se vuelve más triste y dura. Estaría bien que entre todos
lográsemos que no se convierta en un signo de nuestro tiempo. Cuando el
homínido dejó el árbol y se adentró en un medio desconocido y lleno de peligros
encontró en la asociación con otros miembros de su especie la forma de no
perecer.
http://centros3.pntic.mec.es/cp.cisneros/confianza.htm
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